Me sentía tan feliz… Llevaba 6 meses como asesora en la concejalía y estaba entusiasmada. En mis ensoñaciones, pensaba que aquel puesto de confianza sería un primer paso en mi carrera política “oficial”. Mi ego estaba más que alimentado con los comentarios de familiares y amigos. Todos estaban convencidos de que lo iba a hacer genial. Algunos de mis primeros proyectos iban convirtiéndose en realidad; y fantaseaba pensando en cómo, al final de la legislatura, todos admirarían los cambios logrados por aquella asesora tan joven. Mi sueño de dedicarme profesionalmente a la política, cultivado durante los años de estudiante, se había hecho realidad.
Aquella mañana al entrar en mi despacho, encontré encima de la mesa un sobre con mi nombre en mayúsculas. Sin remite. Dentro, diez billetes de cien euros.
Con el sobre en la mano, mis ojos se dirigieron instintivamente a la puerta, que estaba entreabierta. No había nadie detrás observándome. ¿Qué era esto? ¿Quién me entregaba este dinero sin ni si quiera un motivo? Y ahora, ¿Qué debía hacer yo? ¿Se trataría de una trampa de la oposición? ¿De un error? ¿Tal vez un soborno acordado con mi predecesor, que había dejado su puesto para pasar a la Diputación?
Quizás debía acudir a la Fiscalía, pensé… Aunque la cantidad no era tan alta, y ¿A explicar qué? ¿Que alguien me había dejado mil euros en el despacho por nada? Tal vez era hasta sospechoso. ¿Quizás debía consultarlo con el concejal? Mis amigos del partido habían hecho un esfuerzo por incluirme en el ayuntamiento, pero con los concejales la relación era distante. Tal vez este suceso confirmaría los argumentos de quienes pensaban que yo no tenía suficiente experiencia.
Entonces sonó el teléfono.
– Ángela – Era el concejal – Me han avisado de que ya estás en el despacho. Luego paso a verte. Necesito un pequeño cambio en el paquete de subvenciones que presentas el jueves. Luego te cuento. Espero que estés contenta.
Colgó sin darme tiempo a contestar.
Pocos minutos después tenía al concejal en mi despacho. Otra vez sin darme tiempo a hablar me estaba explicando que debíamos trocear el importe de varias subvenciones, de modo que pudiésemos adjudicarlas todas a una misma entidad.
– No quiero que te preocupes – Me decía. – Es totalmente legal. Consúltalo si quieres. Llevamos años operando así y es importante para el partido – Pausó su monólogo para mirarme fijamente a los ojos. – Si fuese una cantidad mayor o si la propuesta la hiciese yo, sería un problema… Pero está planificado al detalle.
Mientras le escuchaba, mi cabeza funcionaba a toda máquina, con pensamientos que chocaban unos contra otros. Yo sabía que la ley permitía lo que me estaba proponiendo, y que era una práctica frecuente… Probablemente ni si quiera la oposición protestaría. Pero no era lo que yo quería hacer. Llevaba semanas pensando en cómo valoraríamos las mejores ofertas.
Llamaron a la puerta, y aproveché el momento en que el concejal la cerraba pidiendo que volviesen más tarde para sacar el sobre. Cuando se giró otra vez hacia mí, nos miró al sobre y a mi con extrema frialdad.
– ¿Qué es esto?
– Lo he encontrado esta mañana aquí encima de la mesa. No lo quiero. – Respondí.
Fue muy claro con lo que iba a ocurrir y las alternativas que yo tenía.
– Si vas con esto a la Fiscalía, tendremos que asumir que has estado implicada en algún tipo de trama, y pedir que se te investigue a fondo. – Lo decía con parsimonia, como quien se dirige a un niño. – Creo que te has debido confundir y este sobre lo traías ya de casa. Piénsalo bien, porque si me equivoco, habrá que expulsarte del ayuntamiento hasta que todo se aclare.
– Pero… – No me salían las palabras.
– No digas nada, Angela. Piénsalo. Necesito el informe de las adjudicaciones el jueves, ya lo sabes. – Miró el sobre – Te digo que creo que eso lo tenías ya de antes. Gástatelo o guárdalo, y si no me vuelves a hablar del tema, yo me olvido.
Ya estaba saliendo del despacho cuando paró otra vez junto a la puerta y volvió a mirarme, esta vez con una media sonrisa.
– Me gusta mucho como trabajas, Ángela. Si sigues así, estoy seguro de que vas a llegar muy lejos.
Hoy en mi asiento del Congreso, diez años después, veo en el periódico que aquel concejal ha sido acusado formalmente, y en el fondo me alegro. Y me alegro sobre todo por mi, aunque sé que no tardará mucho en llegar mi turno… porque acabé presentando aquel informe, y después vinieron muchos más.