Cuando leí este libro, me dio un poco de vergüenza darme cuenta de cuánto me gustaba. Al fin y al cabo, yo era un veinteañero, supuestamente revolucionario y transgresor… Mientras que Camilo José Cela era un señor con fama de facha, acusado de delator durante el franquismo, y en definitiva, un símbolo de lo que se suponía que no me debía gustar.

Pero si La Colmena ya me pareció la hostia, estas memorias las he acabado leyendo más veces que ningún otro texto de cualquier otro autor. ¿Por qué me flipa? Porque CJC, igual que hace en La Colmena o San Camilo, 1936, llega al fondo, a las esquinas del alma humana. Te cuenta sus propias mierdas de juventud y adolescencia, y no se avergüenza de ellas. Y además lo hace con una prosa que engancha y divierte. Eres capaz de ver con sus ojos el mundo en el que se crió, las relaciones que estableció en una sociedad atravesada por diferencias sociales difícilmente salvables entre los señoritos y el pueblo. Cuenta la Guerra Civil con la mirada de un joven que no la buscó pero que acabó yendo al frente voluntariamente, habla de sus relaciones con personajes como Miguel Hernández (a quien dice que consideraba un amigo, y con quien meaba borracho por las calles de Madrid)… No aburre en ninguna página y en todas te hace pensar sobre algo.

Leyendo sus memorias de juventud, se puede conectar aún mejor con la mirada escéptica de Cela; en la que yo al menos percibo más solidaridad con el género humano de la aparente. Reconozco que tengo un sentido del humor bastante afín, que mezcla el placer por lo escatológico con cierto existencialismo determinista.

Hay algunos pasajes de los recuerdos de Cela, que van a saco contra el consenso social, y supongo que si no se les ha dado mucho bombo es porque la “cultura de la cancelación” le pilló ya muerto y con el estigma de facha consolidado (¿para qué intentar cancelar a un tipo al que probablemente se la hubiese sudado?). El hombre no se corta en explicar cómo siendo niño las criadas le iniciaron en el erotismo físico, experiencia por la que tal como él cuenta y yo puedo atestiguar por la rama pequeñoburguesa de mi familia, pasaron miles de niños de la posguerra. Con el prisma de hoy, Camilo José Cela fue, al igual que mi tío Fernando a quien mi abuela encontró a los 9 años en manos de una asistenta que le estaba haciendo una felación, una víctima de abuso sexual infantil.

CJC no sólo nos habla de abusos sufridos (aunque no interpretados como tales), sino que también explica los cometidos. Quizás el pasaje que más me impactó en ese sentido es aquel que explica como durante la guerra, yendo en un tren de mercancías, subió una discapacitada intelectual al vagón, a la que los soldados instalaron en el último vagón para írsela follando por turnos mientras ella “sonreía, nunca supe, ni entonces ni ahora cuando lo pienso, si con tristeza, con indiferencia, o con resignación”.

Sin duda una lectura recomendada para quienes quieran saber más de las personas en general y de las que vivieron, murieron y sobrevivieron a la España de principios del siglo XX en particular.

 

Y vosotros/as, ¿qué opináis de Cela?