Identidad, nostalgia, envidia… Y lumpenprogresía

 

Mucha gente se sorprende cuando cuento que desayuno escuchando los vídeos de Roberto Vaquero mínimo 2 veces por semana… Pero es lo que hay, y creo que fue en uno de esos vídeos cuando oí por primera vez a Ana Iris Simón. Si no recuerdo mal, fue en un debate que Vaquero hacía sobre prostitución, y yo no estaba de acuerdo con lo que ella decía, pero me cayó bien. Por esas fechas, empecé a interesarme por su historia, después supe que tenía 29 años, que estaba embarazada, y que el periodista Antonio Maestre decía que es “rojiparda”, que es algo así como que alguien es fascista pero que va de que es de izquierdas. Por lo visto, Ana Iris Simón había escrito una especie de memorias sobre su familia, en la que había muchos feriantes, y esas memorias tenían un tono fascista y citaban a Ramiro Ledesma, lo cual era una prueba de este “rojipardismo”. También había más gente metiéndose con ella porque al parecer Simón decía que la generación de sus padres vivía mejor que la suya, y criticaba que ahora las personas de su edad no tienen hijos…  Y esa exaltación de la natalidad y la vida de los 90 la hacían sospechosa de ranciedad, y en cierto modo también de fascismo.

 

Ahora que por fin he leído el libro, lo puedo recomendar por varios motivos. El primero, porque es un texto que puede representar a una generación en búsqueda de identidad. Era algo que ya se veía venir en los que nacimos en los 80, pero leyendo Feria, queda claro que los de los 90 en adelante están aún más faltos de referentes. La identidad de Ana Iris parece muy ligada a su familia, y al territorio donde se crio, La Mancha. Como autora, mezcla la expresión, a veces la búsqueda, de su identidad con la nostalgia. La verdad es que impresiona leer a una escritora a la que saco más de 10 años hablar con añoranza de una infancia en la que yo ya era joven, o al menos adolescente… Y creo que el motivo principal de que Simón haya recibido tantas críticas es la envidia. Porque quienes, aunque naciésemos antes, no nos llenamos de identidad con el barrio o la familia, o incluso la patria, estamos un poco más vacíos que ella, y eso jode. Ana Iris explica muy bien cómo sobre todo en su infancia, la identidad era una forma más de darle sentido a la vida.

 

Además, escribe con un estilo muy fácil de leer. En dos tardes te has terminado el libro si vas rápido; y si tienes un poco olvidado el hábito de lectura, puede ser una obra genial para retomar. Sientes que te estás tomando unas cañas con una mujer interesante, que te va contando su vida, y que en torno a distintas anécdotas o historias, va lanzando temas sobre los que pensar: la muerte, la decepción de los hijos de los obreros que por fin llegaron a la universidad para acabar trabajando de oficinistas, si no de camareros, la controversia sexual, la maternidad, la espiritualidad de los ateos… Son muchos asuntos de los que hay que hablar con más de profundidad de la que permite un Tweet, y pienso que Feria puede ser una buena herramienta para pensar sobre ellos.

 

Si tengo que escoger algo polémico del libro, me quedo con sus referencias a las ganas que tantas mujeres tienen a veces (o a menudo, depende) de ser “florero”, o de tener al lado a un macho, o al menos de follar con un tío que no tenga miedo a ser un hombre, con todo lo que implica. Ella lo dice de otra forma, pero es lo que yo interpreto. Y como me pasó cuando la escuché por primera vez, me gustó leerlo aunque no estuviese del todo de acuerdo con cómo lo expresa, entre otras cosas porque lo ilustra con una cita de “el Fary”, de la que ella recorta sus dos últimas frases, en la que el tipo me parece un faltón y un capullo que no es capaz de darse cuenta de que puedes ir con el carrito del bebé y la bolsa de la compra porque te apetece y lo disfrutas, sin convertirte en un “blandengue”, o en lo que hoy sería un “aliado” en el sentido patético de la palabra, o un pagafantas. “El Fary” tampoco parecía entender que puedes disfrutar de ser un hombre, y empotrar a una tía que desea ser empotrada sin tener que convertirte por ello en un machista o en un antifeminista. Estoy seguro de que Ana Iris Simón no hace suyos esos pensamientos de “el Fary”; de hecho creo que es valiente al hablar sobre las conversaciones con sus amigas sobre el “empotramiento”, y que incluyó la cita para reflexionar sobre lo perdidos que estamos todos ahora con esto de la identidad y la expresión sexual… Pero al menos a mi, es la respuesta que me sale.

 

También me inspiraron mucho los apuntes que hace “Feria” sobre la lumpen-burguesía (que yo al principio leí como “lumpenprogresía”, y me gusta más), de la que me temo que formé parte de un modo bastante extremo en mi juventud; aunque la tontería se me quitó a hostias, las que me dieron unos chavales de La Mina con quienes yo creía que estaba confraternizando; algún día contaré esa historia.

 

¿Vosotros también os iríais de cañas con Ana Iris Simón? Apuesto a que acabará de Ministra de Cultura, y me alegro porque creo que lo hará bien.

 

Si no la habéis leído, recomendado.

 

Nota final 1. Pienso que si Simón hubiese nacido en Vallecas y 15 años antes, hubiera sido militante de Lucha Autónoma y le hubiese encantado esta canción.

 

Nota final 2. Investigando sobre esto del rojipardismo, llegué a una verdadera delicia escrita por Adriano Erriguel (sospecho que es seudónimo) que acabé imprimiendo para entenderlo mejor. Sinceramente, dudo mucho que quienes acusan a Ana iris Simón de rojiparda tengan ni puta idea de lo que están hablando, pero lo cierto es que el tema y el movimiento, más bien espectacular que práctico, que ha dado nombre al término merecen una pensada. Aquí os dejo el artículo:

Limonov, la sonrisa del rojipardo