Está mojado. Paapaaaaaaaaaa. Él siempre viene. Me tranquiliza y me cambia el pañal. Se queda conmigo hasta que me vuelvo a dormir. Mi cama es un lugar seguro; aunque pasan los años y a veces tengo pesadillas, y no quiero estar sola, y mamá y papá me dejan acostarme con ellos. Otras veces pido un vaso de agua y me lo traen a la cama, así no tengo que salir. Los fines de semana es mamá la que me despierta; y ya llevo diez horas y ni por favor ni por favora, hay que desayunar y soy un alma cansada. No siempre es la misma cama, porque mamá y papá ya no están juntos, aunque son amigos y los dos me quieren mucho; así que cada semana es mi cuarto, pero de una casa distinta, y la novia de papá no es mi nueva madre, eso que ha dicho Carlota es una tontería. La cama a veces no es la de nadie, es un hotel o un airbianbi, entonces hace ruidos distintos, a los que no estoy acostumbrada; también huelen como nuevas, aunque está claro que no son nuevas, que ahí ha dormido mucha gente antes que yo, que seguirá durmiendo más gente cuando me vaya. Soy una adolescente, que es como ser mayor pero sin serlo, y las sábanas siguen siendo un lugar seguro. Sé que nadie va a entrar, porque hay que llamar a la puerta, así que puedo explorar y tocarme y sentir cosas que no había sentido nunca, cosas que me gustan; en esas sábanas que me da vergüenza que vean mis amigas porque todavía son como de niña, un día vi sangre. La abuela se entera y ya soy una mujer y tengo que cuidarme, y no le digas burradas a la niña, no ves que se ha puesto roja. Un día no llaman a la puerta antes de entrar. Hemos ido de viaje los del instituto, y Jorge no ha llamado a la puerta y se ha metido aquí. A mi me da muchísima vergüenza porque sé que Jorge le cae bien a todo el mundo; además él huele muy fuerte a alcohol, creo que yo también me he pasado bebiendo. Jorge no dice nada, pero su aliento me llega hasta el fondo de la nariz, eso hace que me den un poco de ganas de vomitar; cuando me empieza a tocar me dan más ganas, pero no digo nada y me sigue dando mucha vergüenza. Por la mañana cuando se despierta y me sonríe yo no sé si lo que ha pasado ha estado bien, pero me digo a mí misma que sí, porque Jorge le cae bien a todo el mundo, y qué fuerte, dice Silvia, y cómo es, tía no había notado que os ibais juntos, me he dado cuenta esta mañana cuando le he visto salir de la habitación. A mi en realidad quien me gusta es Edu, y con él todo siempre es dulce, quiero que vivamos juntos, estaría toda la vida en la cama con él dentro de mí, chupándole, besándole. Aquí en Munich siento por primera vez que la cama es mía. Vale, estoy de Erasmus, pero la he escogido yo, y una parte la pago con lo que saco en el restaurante. Me doy cuenta de que ya no volveré a casa, de que tendré otras camas, y siempre serán mías. Edu ya no está, y pasan otros chicos por mis camas, aunque no siempre se quedan a dormir, ni quiero que sean dulces conmigo. A veces es Laura, porque no me apetece nada de sexo, lo que deseo es abrazar a mi amiga, despertarnos juntas, ir a desayunar, pasar por el Rastro. Marcos ya viene todo el rato, así que le digo que es una tontería que paguemos dos pisos, ahora somos un equipo, y me acostumbro a que siempre está él. Extiendo mi mano en sueños, noto el olor de su cuerpo, gruñe, pero no gruñe mal, así que me vuelvo a dormir. También paro en una cama, en una posición incómoda, con un montón de gente a mi alrededor. Por suerte está Marcos, aunque lo veo muy pálido. Me coge de la mano, menos mal que no intenta que sea yo la que le consuele, porque estoy ocupada gritando y pariendo, aunque sé que le gustaría, pero no se ha atrevido a decirlo. Ahora somos tres, y es ella, la hija, la que dice maaamaaaaa, la que nos levanta de la cama. Los días pasan más rápido, las noches son movidas, hasta que se hacen mayores; y Marcos sigue aquí, seguimos siendo un equipo. A veces sospecho que él ha estado en otras camas, pero no lo sé, y tampoco se lo pregunto. Marta lo preguntó y ahora está sola, y además con los años te das cuenta de que lo importante son otras cosas, al menos eso pienso yo. A veces Marcos donde está es en el sofá, porque me ha sacado de quicio, y yo a él, y me importa una mierda que te juegues el ascenso y estés muy cansado, porque está todo hecho un asco y no soy tu esclava. Otras veces la cama es un lugar donde dar vueltas y vueltas sin poder dormir, pensando en la hipoteca, en los estudios de los niños, cómo se le ha ocurrido al chico irse con la mochila tan lejos, y lleva dos días que no manda un mensaje ni nada. También hay camas de hospital o sillas de acompañante, pero nunca sola, siempre Marcos, o alguno de los hijos, a mi lado, o yo al suyo. Desde la jubilación de Marcos todo es más fácil, más todavía cuando me jubilo yo. Entonces compartimos más tiempo en la cama, y charlamos. Diría que también hacemos más el amor. Por fin un día los nietos duermen en casa con nosotros. Parece mentira, lo que ha costado, y lo que cuesta que se despeguen de ellos, que se vayan a cenar por ahí y nos los dejen. Creo que no se dan cuenta de que yo también he sido madre, no te preocupes, que sé perfectamente cómo cuidarlos y te llamo si necesito algo. ¿No ves que les encantan las comidas que les hago? Así hasta que un día Marcos ya no va a volver a la cama conmigo. Qué suerte que haya sido tan rápido, ni se ha enterado el pobre. Mamá, hemos buscado a esta señora que te va a hacer compañía y te va a ayudar con la casa, para que estés tranquila.
Y ahora también lo noto. Sé que la hija va a venir con una sonrisa cuando se de cuenta, me va a coger de la mano y se encargará. También sé que todo se está acabando. Me siento en paz, lista para terminar. Pero sí, está mojado.
2 respuestas
Duele despedirse. Está mojado.
Vaya viaje 😉