Mayo de 2023, en algún país de América Latina. El gobierno ha cambiado hace unas semanas, con la llegada a la presidencia de la república de Carlos Lemus, líder de un movimiento popular que pretende cambiar radicalmente las condiciones. Cada vez es más evidente que los intereses para acabar con este nuevo gobierno son muy poderosos…

Luis Olarra, en Una imagen de archivo.

La llamaron “operación Luis Olarra” en recuerdo al empresario ultraderechista vasco que se hizo conocido en los años 80 por amenazar públicamente a militantes de ETA y Herri Batasuna. Carlos era así, un líder revolucionario capaz de bautizar una jugada estratégica con el nombre de un personaje del extremo ideológico opuesto.

 

En 1982, el industrial Luis Olarra respondió al reclamo del impuesto revolucionario que le hizo ETA con un órdago público. Olarra investigó a los refugiados abertzales en Iparralde (el llamado “País Vasco francés”) y les hizo llegar un mensaje informando que había hecho un depósito de 300 millones de pesetas con la mafia de Marsella para que, en caso de sufrir un atentado, se atacase a una lista de personas vinculadas al que años más tarde el presidente del gobierno español José María Aznar llamaría el “Movimiento Vasco de Liberación Nacional”. Según manifestó el propio Olarra en un programa de debate de Televisión Española, él mismo le hizo llegar una lista de objetivos al entonces portavoz de la Mesa Nacional de Herri Batasuna, Jon Idígoras. Fuera como fuese, y a pesar del revuelo que supusieron aquellas declaraciones, televisadas en unos años en los que ETA contaba con unas 100 víctimas mortales al año, Olarra y sus intereses nunca sufrieron atentado alguno. Olarra incluso presentó un justificante del envío del capital comprometido a través de la banca suiza. El dinero ya estaba encima de la mesa, y aparentemente los sicarios marselleses contratados; los líderes de ETA debían decidir si apretar el gatillo o dejarlo pasar; y optaron por lo segundo.

 

Hay que tener la historia siempre presente“, decía Carlos. “Miles de seres humanos antes que nosotros se han enfrentado a situaciones igual de arriesgadas, y en general quienes salieron vivos fueron los que supieron ver paralelismos entre sus circunstancias y las de otros, años o siglos atrás.” Entonces Carlos explicaba que si Salvador Allende había acabado sus días con una bala en la cabeza, y Manuel Azaña en el exilio, quizás fuese por el mismo motivo por el que los hermanos Graco, líderes reformistas de la Antigua Roma, habían terminado uno ahogado en la aguas del Tíber y el otro muerto de una brutal paliza, a golpes de los senadores conservadores en medio del Foro. En aquellos casos, las víctimas no se sentaron a pensar seriamente qué podía hacer que sus enemigos no les aniquilasen, ni quisieron tampoco ver las señales de lo que se avecinaba. Tanto Allende como Azaña habían sido traicionados por un militar a quien ellos mismos habían colocado en una alta posición de mando, sin tomar precauciones antes frente a una posible deslealtad. Augusto Pinochet en un caso, Francisco Franco en el otro. La historia mostraba, según Carlos, que aquellos que tomaban el poder sin un claro respaldo militar y medidas coercitivas ante la reacción, tenían muchas papeletas de ser asesinados, encarcelados o exiliados. Allende y Azaña corrieron una suerte similar a la que siglos antes habían sufrido emperadores romanos como Otón, Galba o Vitelio, muertos todos a manos de los prefectos de la Guardia Pretoriana; militares a quienes ellos mismos habían designado y que habían jurado protegerlos.

 

Por nuestra parte, los cambios políticos y económicos que Carlos estaba implantando en el país tenían soliviantadas no sólo a grandes capas del ejército, sino también a la oligarquía empresarial. El clima de crispación se igualaba por días al que se viviera en el Chile de 1973, con llamamientos cada vez más descarados al golpe de estado por parte de la prensa opositora.

 

— No sé si nuestros adversarios han necesitado estudiar historia para llevarnos a donde estamos, pero repiten los mismos patrones que hemos visto en otros países. — Explicaba Carlos en aquella reunión privada, con el grupo en quien más confiaba, los que llevaban años trabajando para llegar hasta allí. — Los eslóganes son universales: “ilegitimidad”, “tiranía”, “corrupción moral”Les da igual que hayamos ganado las elecciones limpiamente, están preparando el caldo de cultivo para el golpe. Si continuamos firmes con esta senda de reformas que hemos iniciado, compañeros, acabarán violentamente con nosotros muy pronto.

— No se atreverán, son sólo ladridos de perros poco mordedores, los tiempos han cambiado.— Luis, amigo y compañero de militancia desde la adolescencia, siempre fue confiado.

— Sabemos que ya están trabajando con la embajada de Estados Unidos para prepararlo — Contestaba Carlos — y no creo que tengamos más allá de tres meses, quizás menos.

 

Así que Carlos planteó la propuesta, que ya estaba bastante masticada. Había que apresurarse a desviar 40 millones de dólares del Ministerio de Industria, convertirlos en criptomonedas, y dejarlos en manos de 4 voluntarios que desaparecerían del mapa, si no para siempre al menos por unos años. 10 millones a manejar por cada uno de los voluntarios, a repartir entre distintos grupos mafiosos que aceptasen participar, y con los cuales ya se habían iniciado algunos contactos. Los argumentos nos convencieron, y de aquella reunión salimos con la certeza de que si tal como Carlos pensaba, había un golpe de estado en marcha, sus promotores al menos harían una pausa para evaluar el riesgo.

 

Naturalmente, Carlos no planteó la amenaza como lo hiciera aquel empresario que dio nombre a la operación. Eso hubiese supuesto un escándalo internacional, además de reconocer públicamente delitos que nuestros adversarios utilizarían para desalojarnos de las instituciones. Al contrario, todo se explicó como el resultado una investigación de los servicios de inteligencia internos del partido, que habían descubierto una trama destinada a asesinar a varios industriales y terratenientes insignes, así como a distintos altos cargos militares y judiciales y sus familiares, en caso de que se produjese un golpe de estado en el país. Los “terroristas”, explicó Carlos, “porque aunque aún no hayan atentado, o aunque digan defender a este gobierno, sólo podemos calificarlos como terroristas“, habían conseguido huir, pero lo habían hecho precipitadamente, y se había encontrado abundante documentación tanto sobre las posibles víctimas como sobre los movimientos financieros que habían ido realizando. “No hay duda de que la amenaza es creíble, e incluso si conseguimos atrapar a estos individuos, los depósitos en criptomoneda a grupos mafiosos de Colombia, México, Albania, y nuestro propio país ya se han realizado.” explicó Carlos en su comparecencia. “Nos comprometemos a esclarecer hasta el final cómo estos sujetos lograron manejar altas cantidades de dinero a espaldas del partido y de la nueva administración. Actuaremos con contundencia caiga quien caiga.

 

El sistema parecía infalible: “Según la documentación incautada, los investigados han acordado con distintos grupos criminales un método de depósitos complejo, que ahora mismo no es reversible.  Por lo que hemos podido averiguar, ya se ha producido un primer depósito, entendemos que como garantía, y si se produce un cambio de gobierno que no resulte de unas elecciones en nuestro país, sea cual sea el motivo de ese cambio, se activaría un segundo depósito como pago adelantado por la primera víctima atribuible a cada grupo mafioso; y posteriormente se irían haciendo efectivos los demás a medida que se fuesen produciendo víctimas mortales o heridos graves, siempre por adelantado.” El discurso de Carlos, claramente intimidatorio para quien supiese leer entre líneas, continuaba: “Aunque las posibles víctimas solo se producirán en caso de que hubiera un golpe de estado en el país, queremos solidarizarnos con los afectados, y poner a su disposición a los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, que los protegerán de esta y cualquier otra amenaza. Estos comportamientos no caben en nuestra democracia, y nos aseguraremos de que los elementos radicales, sean atrapados antes o después y paguen por su acción desestabilizadora. Nuestra democracia está plenamente consolidada y no necesita falsos defensores como los individuos implicados en esta trama.” De ahí, pasó a un tono más emotivo. “Me siento íntimamente traicionado, porque como todos ustedes saben, conocía personalmente a los cuatro individuos que actualmente se encuentran en busca y captura internacional. Se ha puesto en la diana no solo a miembros del ejército, la judicatura o la Confederación de Empresarios, sino también a sus familiares, parejas e incluso niños de corta edad. Hemos encontrado fotografías de hijos de las posibles víctimas que residen como estudiantes en extranjero; también, y estos datos sólo los compartiremos con los afectados, están en riesgo personas que mantendrían relaciones extramatrimoniales con los amenazados“. “Es evidente, por los fondos que han movido y el altísimo grado de información que tenían, que estos criminales han contado con algún tipo de apoyo dentro del estado, y aseguro a la ciudadanía que encontraremos a los culpables“.

 

Carlos dibujó un tercer movimiento en su trama: incluyó y dejó fuera de la lista de posibles víctimas a distintos personajes con la idea de crear suspicacias entre ellos. La ausencia más notable fue la del General de Ejército del Aire Pablo Andrés López. Este general, de acuerdo con nuestras investigaciones, era uno de los hombres más activos en la posible conjura que nos atenazaba. Excluyéndolos a él y su familia de la línea de fuego, Carlos quería no sólo aislarle, sino hacer que sus compañeros se preguntasen por qué un opositor tan violento y descarado había quedado fuera del punto de mira “Los elementos más radicales están dispuestos a sacrificar a sus propias familias. No nos interesan. Mi objetivo es el entorno. Todos aquellos dispuestos a ser cómplices, pero cobardes a la hora de asumir riesgos reales.”

 

Nunca sabremos si la “operación Luis Olarra” sirvió para parar aquel golpe que Carlos consideraba inminente, pero lo cierto es que al menos durante las semanas siguientes a hacerla pública, éste no se produjo. Desde luego, el plan de Carlos no se quedó en el mero anuncio. Los depósitos a distintos grupos mafiosos eran reales, y se encargó de documentarlos lo suficientemente bien como para que la investigación de la fiscalía, donde todavía trabajaban funcionarios vinculados con la oposición más virulenta a nuestro movimiento, pudiesen comprobarlo directamente. La amenaza era real, y estaba lo suficientemente bien estructurada como para que los personajes puestos en el punto de mira (no sólo ellos, había datos íntimos de todo tipo de personas cercanas) la tomasen en serio.

 

Aún así, Carlos calculaba que este no era un seguro a todo riesgo, sino una simple forma de ganar tiempo. Tiempo que invirtió en manejar todo tipo de estrategias para poner freno a cualquier intento de derrocar el gobierno que tanto había costado crear. El resto de las medidas eran más a largo plazo, pero todas igualmente efectivas. Infiltró a varios militantes en los grupos opositores para que apoyasen las fracciones más exaltadas y fomentasen las desavenencias internas (a veces utilizando la misma lista de amenazados y sus ausencias como forma de crear discordia). Investigó las debilidades de sus oponentes y dio instrucciones para aupar indirectamente a aquellos que le parecían más vulnerables: quienes tenían adicciones o mantenían relaciones íntimas más desorganizadas. Lo único que no perdonó fue el caso de pederastia que encontramos fortuitamente en uno de los periodistas más combativos contra nosotros. Aún así, en lugar de atacar él, se aseguró de que las pruebas llegasen a los competidores más cercanos de aquel gacetillero, para que fuesen ellos quienes lo quitasen de en medio y se acrecentase el ambiente convulso que estaba creando entre las filas de la oposición. Finalmente, Carlos focalizó todos sus esfuerzos en comprar indirectamente el mayor número de voluntades posibles. “Al menos al comienzo”, insistía, “debemos permitir que los jueces, fiscales, militares y cuerpos policiales que no vamos a poder depurar inmediatamente se sientan protegidos y beneficiados”. “Tenemos que animar al pueblo a entrar en todos estos órganos del estado, pero no podemos sustituirlos de un día para otro, es imposible, así que hasta que eso ocurra, sus integrantes deben sentirse cuidados y respaldados. Sus más ilustres miembros homenajeados y sus ingresos incrementados.”.

 

Hoy, 15 años después, Carlos sigue avanzando en sus reformas, y aquel movimiento que veíamos tan amenazado parece ahora invencible. Incluso se promulgó una amnistía que benefició a varios opositores recalcitrantes y se aprovechó para incluir a los 4 voluntarios de la “operación Luis Olarra”. Sin embargo, los 40 millones de dólares en criptomonedas siguen activos, depositados y listos para pagar la respuesta contra todos aquellos que estaban, y siguen estando, en la lista.